y volver al lote.
25 Sep 2024 16:50
Escuela andaluza; siglo XVII.
“La última cena”.
Óleo sobre cobre.
Posee marco del siglo XIX en madera dorada y tallada con faltas.
Medidas: 22 x 17 cm; 45 x 41 cm (marco).
La ultima cena es una de las representaciones más relevantes de la historia del arte occidental. En primer lugar, porque se trata del momento concreto en el cual se establece el sacramento de la Eucarística, ya que Jesús en dicha cena realizó la analogía entre su cuerpo y el pan, y el vino y su sangre. En segundo lugar, la mítica escena que fue pintada por Leonardo, estableció las bases de la estética renacentista, aportando así una concepción de la perspectiva que fue hegemónica hasta bien entrado el siglo XX. En este caso concreto la escena recoge dicha estética basada en la composición Leonardesca. A pesar de que todos los personajes están ubicados a modo de friso, el autor, ha establecido varios planos que aportan cierta profundidad al conjunto. Estos se definen a través de los apóstoles que se encuentran delante o detrás de la mesa, y gracias a los elementos anecdóticos del primer plano, como la tinaja en alusión a dos de los milagros más conocidos de Jesús o el propio gesto de Cristo que acerca su cuerpo hacia san Juan.
Formalmente la escena se inscribe dentro del academicismo, y sigue por tanto normas clásicas de las cuales la primera es la gran calidad técnica. Así, el dibujo es riguroso y firme, de gran perfección anatómica, El academicismo es herencia directa del clasicismo, y de ahí la predilección por temas como el que aquí presentamos, tomado de la religión, si bien captado desde un punto de vista sensual y decorativo alejado de la solemnidad del arte clásico antiguo. De ahí también la forma de abordar el tema. No obstante, se aprecia un ideal de belleza que no parte de la realidad, aunque es innegable el estudio del natural por parte del pintor, sino que resulta un idealismo con base en la realidad por su suma de experiencia, es decir, una sublimación estética que refleja una belleza que trasciende la realidad. La pintura barroca es uno de los ejemplos más auténticos y personales de nuestro arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La pintura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que la doctrina contrarreformista exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo. El asunto religioso es, por consiguiente, la temática.