Atribuido a ANDRÉS PÉREZ (Sevilla, 1660- 1727).
“Virgen del Rosario con santo Domingo y san Francisco”.
Óleo sobre lienzo.
Posee marco del siglo c. 1900.
Medidas: 66 x 47 cm; 100 x 80 cm (marco).
Imagen de presentación escenográfica, que nos muestra a la Virgen con el Niño en su regazo, sentada sobre un trono de nubes. Ambas figuras sostienen rosarios, que extienden a san Francisco y Santo Domingo. La de María es una figura monumental, bien asentada y escultórica, propia del barroco clasicista, y ocupa la mayor parte de la superficie pictórica, directamente iluminada por una luz clara y uniforme, que modela evitando los excesos del tenebrismo y crea un suave juego de luces y medias sombras. Esta luz dota a las carnaciones de ambas figuras de un aspecto nacarado, acorde con la idealización clásica que muestran. Los colores, especialmente el rojo de la túnica de la Virgen, que domina la composición y queda enmarcado por el tono azul del manto. Las figuras destacan bien silueteadas sobre un fondo dorado de Gloria, sutilmente trabajado a base de matices de ocres y amarillos.
La representación de la Virgen del Rosario fue un tema que ganó popularidad en la pintura barroca, época en la que se fecha este óleo. La leyenda narra que la Virgen enseñó a santo Domingo a rezar el rosario en el año 1208, diciéndole que propagara esta devoción y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la fe. Apareciéndose en la capilla en la que el santo rezaba, sosteniendo un rosario en su mano, le enseñó a recitarlo prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias. Efectivamente lo predicó, y con gran éxito, logrando que muchos albigenses volvieran a la fe católica. En la escena, situado en el ángulo inferior izquierdo ha sido representado también un perro portando una antorcha entre sus fauces. Dicha iconografía alude al sueño de la madre de santo Domingo, antes de que este naciera. Al soñar con un perro portando una antorcha saliendo de su vientre, la madre peregrinó al monasterio de Santo Domingo de Silos, para conocer el significado de su sueño. Allí le fue revelado que nacería un niño, al que llamó Domingo, en honor al monasterio.
Existen pocos datos sobre la biografía del pintor Andrés Pérez, hijo de pintor Francisco Pérez de Pineda, de quien seguramente fue discípulo. Según Cean a pesar de la influencia murillesca propia de la época, Andrés Pérez posee características propias de estilo, como por ejemplo un dibujo muy preciso, personajes de amable expresividad, y amplios escenarios en los que recuerda a ambientes arquitectónicos o perspectivas paisajistas. Las dos obras más relevantes que se conocen de este pintor, se conservan en el Museo de Bellas artes de Sevilla, habiendo sido atribuidas a Ortega y a Lucas Valdés. Sus obras poseen una simbología, marcadamente eucarística, quizás por los encargos para capillas.