Escuela italiana; siglo XVII.
“Magdalena penitente”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Medidas: 51,5 x 65,5 cm; 64 x 78,5 cm (marco).
Imagen devocional que nos muestra a María Magdalena durante su penitencia en el desierto, vestida con una túnica azul y apoyada con una de sus manos sobre una calavera, habitual en su iconografía. La escena se desarrolla en un paisaje abierto a un cielo azul que aporta luminosidad a un tema que por lo general suele ser tratado con un gran dramatismo lumínico, envolviendo a la protagonista en la oscuridad. Cabe citar que el resto de la paleta que conforma la escena también es más amable como se puede apreciar en la túnica y el manto, además de en sus cabellos dorados.
Mientras que el cristianismo oriental honra especialmente a María Magdalena por su cercanía a Jesús, considerándola "igual a los apóstoles", en Occidente se desarrolló, basándose en su identificación con otras mujeres de los Evangelios, la idea de que antes de conocer a Jesús se había dedicado a la prostitución. De ahí que la leyenda posterior narre que pasó el resto de su vida como penitente en el desierto, mortificando su carne. En el arte se la representó preferentemente de esta manera, especialmente en el siglo XVII, un momento en que las sociedades católicas sintieron una especial fascinación por las vidas de místicos y santos que vivieron en soledad en lugares salvajes, dedicados a la oración y la penitencia. María Magdalena es mencionada en el Nuevo Testamento como una distinguida discípula de Cristo. De acuerdo con los Evangelios, alojó y proveyó materialmente a Jesús y sus discípulos durante su estancia en Galilea, y estuvo presente en la Crucifixión. Fue testigo de la Resurrección, así como la encargada de transmitir la noticia a los apóstoles. Se la identifica también con la mujer que ungió con perfumes los pies de Jesús antes de su llegada a Jerusalén, por lo que su atributo iconográfico principal es un pomo de esencias, como el que aquí aparece.