Escuela holandesa; c. 1600.
“Retrato de caballero”.
Óleo sobre tabla de roble.
Conserva sello de la colección Infante Sebastián Gabriel de Borbón.
Posee faltas y daños provocados por xilófagos.
Presenta marco del siglo XIX.
Medidas: 48 x 41 cm; 69 x 62 cm (marco).
Vemos en esta obra un retrato masculino que nos presenta a un caballero joven de afilados y elegantes rasgos, sobriamente vestido con un uniforme militar que deja entrever una flor de lis en el pecho de color dorado. Destaca en esta obra la luminosidad del rostro, aportada por las carnaciones y un foco de luz, dirigido hacia la cara del joven. El autor ha querido resaltar especialmente la mirada, algo directa y penetrante, que nos habla de la psicología del personaje realzando así la distancia protocolaria propia del retrato barroco. La composición es sobria, típica de la retratística holandesa del momento: el personaje aparece de busto, girado de tres cuartos con la cabeza levemente girada hacia el frente, en primer plano, ante un fondo neutro, oscuro, aunque algo más iluminado en torno a la cabeza del personaje. Esta obra estuvo atribuida a Frans Pourbus el joven (Amberes, 1569-París, 1622). pintor flamenco, hijo de Frans Pourbus el Viejo y nieto de Pieter Pourbus. Pourbus trabajó para muchas de las personas más influyentes de su época, incluidos los regentes españoles de los Países Bajos con sede en Bruselas, el duque de Mantua y María de Médicis, reina de Francia.
Sin duda, fue en la pintura de la escuela holandesa donde se manifestaron más abiertamente las consecuencias de la emancipación política de la región, así como de la prosperidad económica de la burguesía liberal. La conjunción del hallazgo de la naturaleza, de la observación objetiva, del estudio de lo concreto, de la valoración de lo cotidiano, del gusto por lo real y material, de la sensibilidad ante lo aparentemente insignificante, hizo que el artista holandés comulgase con la realidad del día a día, sin buscar ningún ideal ajeno a esa misma realidad. No pretendió el pintor trascender el presente y la materialidad de la naturaleza objetiva o evadirse de la realidad tangible, sino envolverse en ella, embriagarse de ella a través del triunfo del realismo, un realismo de pura ficción ilusoria, lograda gracias a una técnica perfecta y magistral y a una sutileza conceptual en el tratamiento lírico de la luz. A causa de la ruptura con Roma y de la tendencia iconoclasta de la Iglesia reformada, las pinturas de tema religioso acabaron por eliminarse como complemento decorativo con finalidad devocional, y además las historias mitológicas perdieron su tono heroico y sensual, de acuerdo con la nueva sociedad. Así el retrato, el paisaje y los animales, la naturaleza muerta y la pintura de género fueron las fórmulas temáticas que cobraron valor por sí mismas y que, como objetos propios del mobiliario doméstico –de ahí las reducidas dimensiones de los cuadros-, fueron adquiridas por individuos de casi todas las clases y estamentos sociales.