Escuela madrileña, hacia 1630.
"Retrato de Gaspar de Fuensalidas".
Medidas: 53 x 41 cm; 78 x 67 cm (marco).
Fiel amigo de Diego Velázque con quien, de hecho, mantuvo una estrecha relación a lo largo de toda su vida, Gaspar de Fuensalidas es representado en primerísimo término sobre un fondo oscuro. El artista resuelve la obra mediante un lenguaje realista y una técnica minuciosa, siguiendo la tradición del género. En su origen la escuela madrileña está vinculada a la subida al trono de Felipe IV, monarca que hace de Madrid, por primera vez, un centro artístico. Esto supone un despertar de la conciencia nacionalista al permitir una liberación de los moldes italianizantes anteriores para saltar de los últimos ecos del manierismo al tenebrismo. Éste será el primer paso de la escuela, la cual en sentido gradual va caminando sucesivamente hasta la consecución de un lenguaje barroco más autóctono y ligado a las concepciones políticas, religiosas y culturales de la monarquía de los Austrias, para ir a morir con los primeros brotes del rococó que se manifiestan en la producción del último de sus representantes, A. Palomino. Las técnicas más empleadas por estos pintores serán el óleo y el fresco. Estilísticamente, se parte de un naturalismo con una notable capacidad de síntesis para desembocar oportunamente en la complejidad alegórica y formal características del barroco decorativo. Muestran estos artistas una gran preocupación por los estudios de la luz y el colorido, tal y como aquí vemos, destacando en un principio los juegos entre tonos extremos propios del tenebrismo que posteriormente van a ser sustituidos por un colorismo más exaltado y luminoso. Reciben y asimilan las influencias italianas, flamencas y velazqueñas. La clientela determinará el hecho de que la temática se reduzca casi exclusivamente a retratos y cuadros religiosos.