y volver al lote.
29 Oct 2024 13:34
Pareja de frontispicios. España, segunda mitad del siglo XVI.
“La Asunción de la Virgen” y “La Coronación de la Virgen”.
Madera tallada, dorada y policromada.
Xilófagos activos.
Medidas: 41 x 90 x 8 cm.
Por un lado, la expresión Asunción es significativa: se opone a la Ascensión, como lo pasivo a lo activo. Es decir, María no asciende al cielo por sus propios medios, como Cristo, sino que es elevada al Paraíso por los ángeles. El arte bizantino representa la Asunción del alma de la Virgen, recogida por Cristo en su lecho de muerte. En cambio, el arte de Occidente plasma su Asunción corporal fuera de la tumba donde los apóstoles la habían sepultado. Por lo tanto, debe distinguirse en la iconografía la Asunción del alma de la Virgen en forma de niña y la Asunción de su cuerpo glorioso, siendo la segunda la aquí representada. El modelo europeo presenta a María en actitud orante, con las manos unidas, rodeada de luz dorada, llevada por ángeles y dejando la tumba abierta a sus pies, que puede aparecer vacía o llena de lirios y rosas. A causa de una confusión iconográfica, la Asunción perderá su carácter original para convertirse en Ascensión, tal y como ocurre en esta obra. En vez de ser elevada por ángeles, la Virgen vuela sola, con los brazos extendidos; los ángeles que la rodean se limitan a formarle cortejo. Esta transformación se consumó en el arte italiano del siglo XVI, y progresivamente se extendió por el resto de Europa. Sin embargo, esta nueva fórmula no eliminó a la antigua, de la que encontramos ejemplos en el siglo XVII.
Por otro lado, el tema de la Coronación de la Virgen fue una de las iconografías privilegiadas en el periodo barroco, porque permitía al pintor desplegar sus habilidades en el rompimiento de gloria y la representación etérea de los cuerpos. Aquí, el eje de simetría compositiva está presidido por el Espíritu Santo, en línea con la Corona y la figura de María, cuyos pies flotan sobre sobre tres serafines. Como es habitual en esta iconografía, Dios Padre se sitúa a la derecha, y Jesucristo a la izquierda. La composición es estrictamente simétrica sin perder naturalismo ni un cierto dinamismo contenido que revela el gusto barroco. Se completa con la presencia de una corte de ángeles músicos en la parte inferior y otros grupos de serafines en las esquinas de la parte superior. También la iluminación, vaporosa y efectista es típicamente barroca. Contribuye a dotar de sustancia etérea a las figuras, y otorga ligereza a la túnica blanca de la Virgen, en torno a la cual se organiza todo el cuadro. La Virgen, mantiene la mirada baja, cerrando los párpados, sintiendo con intensidad su papel de mediadora entre la humanidad y el Reino de los Cielos.