Maestro activo en Quito; durante el siglo XVIII.
“Cristo”.
Madera tallada y policromada con aplicaciones de pasta vítrea simulando rubíes.
Medidas: 71 x 36 x 13 cm.
Cristo de cuatro clavos, realizado en madera tallada y policroamda con aplicaciones de pasta vítrea simulando rubies a modo de sangre. Se aprecia la calidad y el estilo de la escuela quiteña, que conoció su apogeo en el período barroco. Cristo es representado ya muerto, con los parpados cerrados y la boca entreabierta, ataviado con corona de espinas y el habitual paño de pureza, que destaca por sus sutiles pliegues que revelan la destreza del escultor, como también el cuidado modelado de las extremidades. Estamos ante un Cristo muerto, que dejó ya de sufrir, pero en sus rasgos perduran las huellas del martirio. El lenguaje verista queda acentuado por las llagas y la sangre que motea el torso, perlando también rodillas y brazos. El tallista ejecuta aquí una escultura bien trabajada, en la que el pathos queda vivamente representado. La imagen encuentra el dramatismo a través de las heridas y de la policromía de la propia piel que en algunas zonas luce amoratada,
Técnica y estilísticamente se inscribe dentro de la escuela quiteña, uno de los semilleros coloniales de arte religioso más importantes del mundo durante el periodo barroco. Artistas indígenas y mestizos se formaron en los talleres de los conventos de la capital ecuatoriana. En el siglo XVII, especialmente comienza a florecer un desarrollo de la pintura en la escuela de Quito, la cual es representada por cuatro grandes maestros; Hernando de la Cruz, Miguel de Santiago, Isabel de Santiago y Nicolás Javier Goribar, artistas que partieron desde una tradición proveniente de España, trasgrediendo el estilo impuesto y aportando un lenguaje idiosincrático a su obra pictórica. Cabe citar que, durante la dominación colonial española, se desarrolló una pintura principalmente religiosa, destinada a cristianizar a los pueblos indígenas. Los pintores locales tenían como modelo las obras españolas, que seguían de forma literal en cuanto a tipos e iconografía. Los modelos más frecuentes fueron los ángeles arcabuceros y las vírgenes triangulares, sin embargo, en los primeros años del siglo XIX, ya en tiempos de la independencia y apertura política de algunas de las colonias, varios artistas comenzaron a representar un nuevo modelo de pintura con una identidad propia.