Escuela gótica española; siglo XIII.
“San Pedro”.
Madera tallada y policromada.
Presenta faltas en la talla y policromía posterior.
Medidas: 68 x 21 x 15 cm.
Talla en madera policromada que representa al apóstol San Pedro, reconocible por la presencia de una llave que aferra con su mano izquierda, mientras que con la derecha bendice. La escultura destaca por su rotundidad, hieratismo y estricta frontalidad, rasgo que queda definido por una trasera sin trabajar. Indicando así que se trata de una obra concebida en origen para ser vista de frente, seguramente como parte ornamental un ciclo escultórico conformado por más figuras. En cuanto a la talla es reseñable el trabajo de la túnica que cuenta con numerosos detalles en relieve correspondientes a la ornamentación de la tela. Con la llegada del gótico se produce un sustancial cambio estético en toda Europa, tanto en la arquitectura como en la pintura y la escultura. El hieratismo simbólico y atemporal del románico deja paso a un afán de realidad y de sentido narrativo que hunde sus raíces en la escultura clásica y fuerza a los artistas a tomar como modelo a la naturaleza. Los escultores góticos pretenden, por tanto, representar el mundo visible tal y como es. De este modo se trata de humanizar los gestos y actitudes de los personajes, que adquieren individualidad. Se dejan atrás las convenciones estéticas –como los grandes ojos destacados sobre el resto de la cara, que simbolizaban el alma del personaje- y se busca una representación naturalista de rostros, anatomías, indumentaria, etc. Siguiendo esta nueva línea estética las figuras abandonan sus posturas verticales, simétricas y hieráticas para adoptar otras cada vez más expresivas y gestuales, con un mayor realismo en el movimiento. A la vez, se busca representar las emociones de los personajes, mediante elocuentes gestos del rostro y las manos.
San Pedro (Betsaida, c. 1 a.C. – Roma, 67) fue, de acuerdo con el Nuevo Testamento, un pescador, conocido por ser uno de los doce apóstoles de Jesús. La Iglesia católica lo identifica a través de la sucesión apostólica como el primer Papa, basándose entre otros argumentos en las palabras que le dirigió Jesús: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". San Pedro podría decirse que fue el confesor de Jesús, su discípulo más allegado, estando ambos unidos por un vínculo muy especial, tal y como se narra en los Evangelios tanto canónicos como apócrifos.