ENRIC CLARASÓ I DAUDÍ (Sant Feliu del Racó, 1857 - Barcelona, 1941).
“Niño llorando”.
Busto de bronce patinado.
Peana de mármol negro.
Firmado.
Medidas: 17 x 11 x 7 cm.
En este retrato el pequeño que llora ha sido captado con vívida expresión al tiempo que emana un halo atemporal. Clarasó fue justamente un gran maestro en hacer convivir el clasicismo eterno y el naturalismo del instante en una misma imagen. Así, la imagen transmite una idea de inmediatez y espontaneidad muy lograda gracias al dominio técnico y a la sensibilidad artística, y al mismo tiempo esa estampa cotidiana es revestida por una pátina atemporal.
Clarasó se formó en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Joan Roig. A principios de los años ochenta conoce a Santiago Rusiñol y a Ramón Casas, con los que expondrá reiteradamente en la sala Parés. A mediados de esta década su estudio devino punto de reunión de artistas, así como primitivo núcleo de El Cau Ferrat. En este momento Clarasó se dedicaba a hacer estatuillas de barro, retratos e imágenes funerarias. Trabajó en la decoración de la Exposición Universal de Barcelona de 1888 y, con las ganancias que le reportó este trabajo, se traslada con Rusiñol a París. Realiza un segundo viaje dos años después, y se integra en el grupo formado por Casas, Rusiñol, Utrillo y Ramón Canudes. Su obra se inicia en el naturalismo anecdótico, con obras como su “Forjador”, para evolucionar después, tras sus estancias en París, hacia el modernismo. Participó en 1892 en la Exposición Nacional de Madrid, así como en las Exposiciones Universales de Barcelona (1888), Chicago (1893) y París (1900), obteniendo en esta última la medalla de oro por su obra funeraria “Memento Homo”. Dentro de su producción destaca el monumento al rey Jaime I el Conquistador, en Palma de Mallorca. Se conservan obras de Clarasó en el MACBA, el Museo Nacional de Arte de Cataluña y en el Museo Cau Ferrat de Sitges.