Pareja de elementos de retablo Barroco. España, ultimo tercio del siglo XVII
Madera tallada, dorada y policromada
Poseen base de madera de época posterior
Presentan faltas y repintes
Medidas: 163 x 77 x 29 cm; 35 x 62 x 36 cm (bases)
Esta pareja de elementos de retablo, de evidente gusto barroco, está finamente trabajada en madera tallada, policromada y dorada, mostrando una cuidadosa atención al detalle y una exaltación de la ornamentación propia de este estilo. Cada elemento tiene en su base la figura de un angelito, tallado con expresividad y ternura, característico de los querubines barrocos. Sus rostros redondeados y delicadamente policromados transmiten una sensación de inocencia y devoción.
Encima de la cabeza de cada angelito se alza una cornucopia dorada, símbolo de abundancia y fertilidad, que brilla intensamente gracias a su acabado dorado. La cornucopia presenta un diseño ornamentado, que se retuerce en volutas y curvas exuberantes, como dictan los principios barrocos de dinamismo y opulencia. En el centro de cada cornucopia se encuentra una "ova", una decoración clásica en forma ovalada, que remite a las composiciones simétricas y ricas en simbología de la época. Este detalle central añade un punto focal a cada pieza, capturando la mirada y acentuando la belleza dorada de la cornucopia.
Estas piezas de retablo no solo cumplen una función decorativa en el contexto religioso, sino que también son un reflejo de la devoción y el esplendor del arte sacro barroco. Su compleja elaboración y la combinación de policromía y dorado reflejan el afán del barroco por captar la atención y provocar asombro, transmitiendo un mensaje de exaltación de la fe y de la belleza como manifestación divina. La presencia de ángeles y símbolos de abundancia en estas piezas busca conectar lo terrenal con lo celestial, haciendo de ellas no solo elementos decorativos, sino también objetos de profunda espiritualidad y veneración.
Este tipo de obras han sido muy demandadas como parte de espacios arquitectónicos de carácter religioso. Fueron habituales en el barroco español. Desde este momento, y con numerosas variaciones decorativas, se convirtieron en un elemento característico de la arquitectura. Diseñados para situarse detrás o sobre los altares de las iglesias, los retablos podían estar compuestos por paneles pintados, esculturas o ambos. Estaban destinados a asombrar a la congregación con imágenes impactantes de la historia bíblica. Las que constaban de paneles plegables, se mantenían cerradas durante la mayor parte del año y solo se revelaban por completo en ocasiones especiales como la Pascua y la Navidad.