EDUARDO RAMÍREZ VILLAMIZAR (Colombia, 1922-2004).
Sin título.
Hierro.
Obra reproducida en el catálogo razonado del artista.
Procedencia: Galería Diaz Manzini (Caracas).
Medidas: 84 x 90 x 132.
La escultura es una pieza en hierro de gran solidez y peso visual, compuesta por varios planos que se intersectan y yuxtaponen, creando un juego de sombras y profundidad. Cada plano está trabajado en formas angulosas y robustas, con superficies que alternan entre texturas rugosas y lisas, lo que aporta una riqueza táctil y visual a la obra. Su construcción recuerda al estilo de la escultura vasca del siglo XX, influida por artistas como Eduardo Chillida y Jorge Oteiza, quienes exploraron la relación entre el vacío y la masa, así como el diálogo entre el metal y el espacio que lo rodea.
La pieza transmite una sensación de fuerza y arraigo, como si fuera parte integral del entorno, evocando la conexión con la naturaleza y la tradición industrial de la región vasca. Los planos metálicos se distribuyen en direcciones que sugieren expansión y movimiento, pero con una contención que mantiene la forma cohesionada y estructural. La obra juega con la luz natural, proyectando sombras que varían según el ángulo y la hora del día, lo que añade un componente dinámico y cambiante a su presencia.
Eduardo Ramírez Villamizar fue un pintor y escultor colombiano. Se le considera un pionero del arte abstracto, minimalista y constructivista en Colombia y en América Latina en general. Su padre era joyero, y sus primeras experiencias con las artes plásticas tuvieron lugar en el taller de su padre. Él y su familia se trasladaron a Cúcuta en 1929 en busca de trabajo y oportunidades económicas tras quedar en bancarrota durante la Gran Depresión. En 1940 se trasladó a Bogotá para estudiar arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia, aunque en 1944 cambió su orientación hacia la pintura. En 1947 fue invitado por la Universidad del Cauca a pasar siete meses trabajando en Popayán con el escultor Édgar Negret. Negret puso a Ramírez Villamizar en contacto con el arte de vanguardia europeo, que había conocido a través de su colega y artista vasco Jorge Oteiza. Esta experiencia influyó profundamente en el desarrollo estilístico de Ramírez Villamizar en los años siguientes. Tras un viaje a Machu Picchu, Perú, se inspiró en la cultura inca para hacer arte constructivista. En 1978 recibió la Orden de Boyacá, la más alta condecoración concedida por el gobierno colombiano en tiempos de paz. Al año siguiente recibió también la Medalla de ColCultura y la Medalla José Eusebio Caro. El Museo de Arte Moderno Ramírez Villamizar, creado en 1990 en Pamplona, su ciudad natal, lleva su nombre.