y volver al lote.
28 Oct 2024 16:33
Cristo crucificado; Escuela española o Italiana, siglo XV.
Madera tallada y policromada.
Medidas: 120 x 122 x 20 cm.
Escultura en bulto redondo realizada en madera que representa la figura de Cristo crucificado. Se trata de una imagen de carácter devocional que intenta despertar la pasión y la fe del espectador. Para ello el escultor ha buscado la dramatización a través del uso del color rojo recogido en las manos, y el gesto de la cara, con la boca abierta en actitud agónica. Las Crucifixiones y crucifijos han aparecido en la historia del arte y la cultura popular desde antes de la era del Imperio Romano pagano. La crucifixión de Jesús ha sido representada en el arte religioso desde el siglo IV. Es uno de los temas más recurrentes en el arte cristiano y el de una iconografía más evidente. Si bien se representa a veces a Cristo vestido, lo habitual es representar su cuerpo desnudo, aunque con los genitales cubiertos con un paño de pureza (perizonium); los desnudos integrales son muy raros, pero destacados (Brunelleschi, Miguel Ángel, Cellini). Las convenciones de representación de las distintas actitudes de Cristo crucificado se designan con las expresiones latinas Christus triumphans ("triunfante" -no debe confundirse con la Maiestas Domini o el Pantocrátor-), Christus patiens ("resignado" -no debe confundirse con el Cristo de la paciencia-)y Christus dolens("sufriente" -no debe confundirse con el Vir dolorum-). El triumphans se representa vivo, con los ojos abiertos y el cuerpo erguido; el patiens se representa muerto, con la voluntad totalmente vaciada (kénosis), la cabeza inclinada, el rostro con expresión serena, los ojos cerrados y el cuerpo arqueado, mostrando las cinco llagas; el dolens se representa de un modo similar al patiens, pero con un gesto de dolor, particularmente en la boca (curvada).
La escultura barroca italiana y española encontraban muchas similitudes ya que ambas muestraron un marcado gusto por el naturalismo, corriente en la que se inscribe esta pieza. Este gusto por el naturalismo se hace patente, en esculturas o grupos escultóricos que jugaban un importante papel en la liturgia de diversos momentos del año: en Semana Santa, en Navidad y en otras importantes festividades, donde la celebración de la misa implicaba, de diversos modos, la participación de estas esculturas que eran, para los fieles, una potente ilustración de los misterios alrededor de los cuales giraban los sermones y homilías.