Plato del taller de Limoges del siglo XIX.
“Susana y los viejos”, serie Antiguo Testamento.
Cobre con esmalte cloisonné.
Con etiquetas en el reverso.
Presenta algunos descantillados.
Medidas: 21,5 cm (diámetro).
Plato de cobre con esmalte monocromático “en grisalla” resaltado en dorado, que ve su repercusión en el ala del plato, ornada con mascarones y animales fantásticos. El tema de Susana y los viejos inunda el fondo del plato, mientras la parte trasera cuenta con el rostro de una mujer de clásicos rasgos, de la que emanan zarcillos y motivos foliados. En cuanto al tema principal, el de Susana y los Viejos (recogido en el Antiguo Testamento, concretamente en el Libro de Daniel) cabe destacar que pertenece a la versión griega de la Biblia, conocida como Septuaginta, cuyo origen se remonta al siglo III a.C. Susana era una bella y casta mujer, esposa de Joaquín, un rico judío del Exilio Babilónico. Es vista y deseada por dos ancianos que habían sido nombrados jueces entre los judíos en el exilio; ambos se ponen de acuerdo para sorprenderla a solas y convencerla de que se entregue a ellos. En la versión más difundida estéticamente en la historia del arte, esto ocurre durante el baño de la joven. Susana, sin embargo, se enfrenta a los ancianos, y les dice que prefiere la muerte antes que el pecado. Los hombres, al verse rechazados, acusan a Susana de adulterio, y esta es llevada a juicio, donde ellos testifican falsamente en su contra. Ante la importancia de sus acusadores, Susana es condenada a morir lapidada. No obstante, en el camino a su muerte el profeta Daniel, que por entonces es sólo un niño, detiene el cortejo popular y reprende a la gente por estar actuando sin conocimiento pleno de la causa, y pide separar a los dos ancianos para interrogarlos con inteligencia. Los dos falsos testigos caen entonces en contradicción en sus declaraciones, y son condenados a muerte en lugar de Susana.
El esmalte de Limoges cuenta con una larga tradición que se remonta a la Edad Media, en concreto al último cuadro del siglo XII. Será el taller de esmaltes más importante de Francia, y deberá su éxito especialmente a su producción de objetos decorados con esmaltes, además de las habituales placas esmaltadas. Sus piezas medievales presentaban características propias como un arrastre de fondo muy superficial o un tabicado muy fino para los detalles, además de un cromatismo innovador que incluía tonos nuevos como el azul claro grisáceo o el blanco.