JOSÉ PONT SEGRELLES (Siglo XX-2009, Valencia).
"Huerta de Alboraya", 2005.
Lápices sobre papel.
Firmado, fechado y titulado en la zona inferior.
Medidas: 23,5 x 38 cm., 52 x 67 cm. (marco).
José Pont Segrelles, discípulo directo y sobrino dilectísimo del gran José Segrelles, fue un buen pintor y un excelente grabador, a la sombra y relación entrañable con otro de nuestros artistas señeros, Ernesto Furió, con quien compartió durante años sucesivos viajes, de los que ambos regresaban con enriquecedores trabajos. Viajes que José Pont amplió por Europa y América, trabando amistosos lazos con destacados colegas italianos y belgas. Sin embargo, a él le ganaba su radical modestia, por la que minusvaloraba su propio quehacer, anteponiendo siempre la admiración a las obras ajenas. Era hombre de corazón limpio, bondad extrema y entrega sin límites a cuantos podía favorecer de una u otra forma. Daba antes de que se lo pidiera. Razón tiene Massoni: no son frecuentes los seres de tan cumplida humanidad. Previa a la dedicación artística, su primera etapa al frente de la inolvidable librería Rigal, fue decisiva para unas cuantas generaciones de universitarios que acudíamos a surtirnos de los libros que no se editaban en España y de los que él, misteriorisamente, se proveía, abasteciendo aquella trastienda mágica de la que don Juan Rigal y sobre todo José Pont poseían el "ábrete sésamo". Uno de los momentos que le llenaron de satisfacción fue su nombramiento como académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Su discurso de ingreso versó sobre la figura del reverenciado tío, José Segrelles. Amigo y confidente de escritores, artistas, poetas y músicos, tanto como de gente anónima que le quería sinceramente, José Pont se lleva consigo un buen periodo de la historia de la cultura valenciana.
"Huerta de Alboraya", 2005.
Lápices sobre papel.
Firmado, fechado y titulado en la zona inferior.
Medidas: 23,5 x 38 cm., 52 x 67 cm. (marco).
José Pont Segrelles, discípulo directo y sobrino dilectísimo del gran José Segrelles, fue un buen pintor y un excelente grabador, a la sombra y relación entrañable con otro de nuestros artistas señeros, Ernesto Furió, con quien compartió durante años sucesivos viajes, de los que ambos regresaban con enriquecedores trabajos. Viajes que José Pont amplió por Europa y América, trabando amistosos lazos con destacados colegas italianos y belgas. Sin embargo, a él le ganaba su radical modestia, por la que minusvaloraba su propio quehacer, anteponiendo siempre la admiración a las obras ajenas. Era hombre de corazón limpio, bondad extrema y entrega sin límites a cuantos podía favorecer de una u otra forma. Daba antes de que se lo pidiera. Razón tiene Massoni: no son frecuentes los seres de tan cumplida humanidad. Previa a la dedicación artística, su primera etapa al frente de la inolvidable librería Rigal, fue decisiva para unas cuantas generaciones de universitarios que acudíamos a surtirnos de los libros que no se editaban en España y de los que él, misteriorisamente, se proveía, abasteciendo aquella trastienda mágica de la que don Juan Rigal y sobre todo José Pont poseían el "ábrete sésamo". Uno de los momentos que le llenaron de satisfacción fue su nombramiento como académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Su discurso de ingreso versó sobre la figura del reverenciado tío, José Segrelles. Amigo y confidente de escritores, artistas, poetas y músicos, tanto como de gente anónima que le quería sinceramente, José Pont se lleva consigo un buen periodo de la historia de la cultura valenciana.