Atribuido a DIEGO VALENTÍN DÍAZ (Valladolid, 1586-1660).
“Ángel apareciéndose a Doña Marina de Escobar”.
Óleo sobre latón.
Presenta faltas y restauraciones.
Medidas: 9,5 x 8 cm.
Sabemos que la protagonista de esta escena es Doña Marina de Escobar, porque existe una obra muy simular en cuanto a composición que actualmente se encuentra en el Monasterio de las Brigadas de Valladolid. En el vemos a la protagonista ataviada con el mismo hábito y la misma disposición del gesto de las manos. Sin embargo, el ángel que le acompaña en este caso es más florido, siendo su vestimenta mucho más compleja, detallista y opulenta que en el curado de Valladolid. Marina de Escobar Montaña (1554 - 1633) fue una mística católica española de la época de la Contrarreforma. Su madre fue Margarita Montaña, hija del médico del emperador Carlos V. Su padre, Diego de Escobar, era profesor de Derecho civil y canónico, y durante un tiempo gobernador de Osuna. Limitada en su actividad debido a su mala salud, se dedicó a la oración y la contemplación bajo la guía de sus confesores jesuitas y consejeros espirituales. Marina tuvo visiones de varios santos, y durante su vida adquirió fama de mujer santa en toda España, especialmente en su ciudad natal, Valladolid.
A pesar de hacer voto de castidad, dedicar su vida a la oración y al servicio, y reunir a su alrededor a una pequeña comunidad de mujeres, Marina nunca ingresó en una orden religiosa. Tras una visión en 1615, trabajó para fundar una rama modificada de la Orden Brigitina, pero murió antes de poder ingresar en ella. Fue venerada popularmente tras su muerte, y su confesor, Luis de la Puente, recogió y preparó los relatos de sus experiencias espirituales. Tras una larga investigación de la Inquisición española, se publicaron y Marina fue declarada Venerable. La Vida maravillosa de la Venerable virgen doña Marina de Escobar, elaborada por el padre Luis de la Puente, fue publicada en Madrid en dos partes, en 1665 y 1673. Fue traducida al latín por el jesuita M. Hanel, y publicada en ese idioma en Praga en 1672 y 1688, y en una edición ampliada en Nápoles en 1690, convirtiéndose en una lectura de gran popularidad en la época.
Estéticamente la obra se acerca a los postulados del artista vallisoletano Diego Valentín Díaz, quien poseía una formación artística vinculada a la estética manierista. Durante su época alcanzó una gran notoriedad tanto por su labor pictórica como por su gran erudición y cultura, llegando a estar en contacto con los artistas más reputados de la época como Pacheco y Velázquez.