Taller de BARTOLOME ESTEBAN MURILLO (Sevilla, 1617 – 1682).
“San Pedro Urraca”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta faltas y restauraciones sobre la superficie pictórica.
Posee marco del siglo XX de madera y vidrio con faltas.
Medidas: 127 x 100 cm; 126 x 102 cm (marco).
En esta escena intimista el artista recurre a la teatralidad del barroco, potenciada por una luz completamente artificial y dirigida que realza la relevancia del protagonista. En el centro de la escena como es habitual, el protagonista se muestra de rodillas ante el espectador con actitud orante con el corazón en la mano y con su mirada puesta en el cielo donde se puede apreciar una cruz. La escena se completa con una mesa vestida con mantel blanco sobre la que se dispone un crucifijo en el que se aprecia la figura de Cristo. En la zona inferior se puede leer el nombre del protagonista. Pedro Urraca fue un mercenario español nacido en Jadraque (1583) en el seno de una familia noble. Uno de sus hermanos se unió a los franciscanos y partió hacia el Nuevo Mundo; consiguió que sus padres permitieran a Pedro unirse a él. En 1604, a la edad de 21 años, ingresó en el convento de los mercedarios de Quito. Se dedicó entonces a predicar y evangelizar a los pobres, así como a mendigar para cumplir el cuarto voto de su orden. El virrey del Perú, Francisco de Borja y Aragón quien cuando regresó a España en 1621, le pidió que fuera su capellán. En 1627 regresó a Lima y se dedicó principalmente a la confesión.
Temáticamente la pieza presenta similitudes con las obras de Murillo, en concreto algunas del convento de la Merced. Aunque el estilo recuerda a la pintura del pintor Francisco Meneses Osorio (Sevilla, c. 1640 – 1721), quien nació en Sevilla, y se cree que murió allí. Se sabe muy poco de su vida. Fue alumno e imitador de Murillo, y se ha sugerido que algunas de las obras atribuidas a este último fueron pintadas por Osorio. Sabemos que Murillo lo consideraba su amigo, que era un conocido cercano de Juan Garzón, con quien trabajaba; que en algún momento fue secretario y luego presidente de la Academia de Sevillo, y que mientras estaba en esa ciudad tenía una gran reputación. Se dice que esta reputación fue descartada después de su muerte, porque se consideró que algunas de sus copias de las obras de Murillo eran tan precisas que debería haber firmado el nombre del maestro. De hecho, se sugirió que dos de sus copias habían sido aceptadas como obras genuinas de Murillo. Por otro lado, estas declaraciones son declaradas por un autor español que han sido hechas solo con el objetivo de desacreditar a Osorio. Se dice que él y Murillo trabajaron juntos en la iglesia capuchina de Cádiz. Su obra principal fue pintada para la iglesia de San Martín en Madrid, y representa al profeta Elijah. Hay fotos suyas en los museos de Cádiz y Sevilla, esta última relacionada con la Orden de San Francisco. Se dice que una obra que representa a Santa Catalina, que se conserva en Cádiz, tuvo una devoción especial por San Felipe Neri y fue enterrada en la iglesia dedicada a ese santo.