Escuela española; segundo tercio del siglo XIX.
“La predicación de san Juan Bautista”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta faltas sobre la superficie pictórica.
Medidas: 61 x 76 cm; 71 x 87 cm (marco).
En esta obra el pintor narra un episodio bíblico: la predicación de san Juan Bautista en del desierto. Cuando el santo salió a predicar escogió para ello el desierto palestino, un lugar deshabitado al que sin embargo acudieron multitudes, como narra el Evangelio: “acudían hasta él muchedumbres de toda la región de Judea, y todos los habitantes de Jerusalén, y se hacían bautizar por él confesando sus pecados” (Mc. 1,5). Juan convirtió el desierto (que no era una llanura seca sino una zona agreste y deshabitada) en un hervidero de gente, llegada de todas partes para escuchar su mensaje, confesar sus pecados y cambiar de vida. San Juan escogió este enclave precisamente por ser el mismo sitio donde el general Josué, siglos antes, había entrado con el pueblo de Israel para apoderarse de la Tierra Prometida e inaugurar una nueva época de esplendor (Jos. 4, 13.19).
Los evangelios dicen de Juan el Bautista que fue hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel, prima de la Virgen María. Se retiró muy joven al desierto de Judea para llevar una vida ascética y predicar la penitencia, y reconoció en Jesús, que se hizo bautizar por él, al Mesías anunciado por los profetas. Un año después del bautismo de Cristo, en el año 29, Juan fue arrestado y encarcelado por el tetrarca de Galilea Herodes Antipas, cuyo matrimonio con Herodías, su sobrina y cuñada, se había atrevido a censurar. Finalmente, san Juan fue decapitado, y su cabeza entregada a Salomé como premio por sus hermosas danzas. Este santo aparece en el arte cristiano con dos aspectos diferentes: como niño, compañero de juegos de Jesús, y como adulto, predicador ascético.