Escuela española; segunda mitad del siglo XVI.
“Virgen con el Niño”.
Óleo sobre tabla.
Presenta faltas y restauraciones.
Medidas: 46 x 33 cm; 61 x 47 cm (marco).
El pintor nos ofrece una escena de muy larga tradición en el Occidente cristiano, la Virgen María sentada, abrazando en su regazo a Jesús Niño y sosteniendo con la otra mano una filacteria. El artista se concentra exclusivamente en las dos figuras, ignorando el fondo, pintado en una tonalidad neutra sobre la que destacan las figuras de la madre y el niño. La Virgen y el Niño están de perfil hacia el espectador, ajenos a su mirada. El Niño, completamente desnudo sobre el regazo de su madero, asume el gesto de bendecir con la mano derecha, aludiendo así a la responsabilidad que debe asumir el niño. Desde finales de la Edad Media, los artistas insistieron en representar, de forma cada vez más intensa, el vínculo afectivo que unía a Cristo con su Madre y la estrecha relación entre ambos, lo que se fomentó en el Renacimiento. España fue, a principios del siglo XVI, la nación europea mejor preparada para recibir los nuevos conceptos humanistas de la vida y el arte debido a sus condiciones espirituales, políticas y económicas, aunque desde el punto de vista de las formas plásticas, su adaptación de las introducidas por Italia fue más lenta debido a la necesidad de aprender las nuevas técnicas y de cambiar el gusto de la clientela. La pintura refleja quizá mejor que otros campos artísticos este deseo de volver al mundo clásico grecorromano, que en sus desnudos exalta la individualidad del hombre, creando un nuevo estilo cuya vitalidad supera la mera copia. Pronto empezaron a valorarse la anatomía, el movimiento de las figuras, las composiciones con sentido de la perspectiva y el equilibrio, el juego naturalista de los pliegues, las actitudes clásicas de las figuras; pero la fuerte tradición gótica mantuvo la expresividad como vehículo del profundo sentido espiritualista que informa nuestras mejores obras renacentistas.