Escuela de Amberes; segundo tercio del siglo XVII.
“Kermesse”.
Óleo sobre cobre.
Presenta restauraciones y faltas en la superficie pictórica.
Medidas: 55 x 71 cm; 77 x 99 cm (marco).
Óleo sobre cobre en el que el artista refleja un complejo paisaje donde la arquitectura convive con la naturaleza. La destreza del autor le lleva a aunar la arquitectura más clásica, que queda reflejada en el palacio de la zona derecha de la escena, con una arquitectura de carácter más fantasioso e incluso efímero, que queda descrita en los primeros planos. Los cipreses y los cuidados jardines nos muestran una exuberante concepción de la escena, que se completa con la presencia de varios personajes que disfrutan del exterior, o bien paseando o bailando como en el caso del gripo de hombres y mujeres que forman un corro en el primer plano. Esta idea recreativa puede recordar a una “kermesse”, término holandés que designa las fiestas populares campesinas típicas de los Países Bajos. Se trata de una temática que ya popularizó David Teniers el Viejo (1582-1649), quien la trató con un sano sentido del humor que gozará de larga vida entre los pintores de género tanto de Flandes como de Holanda. Aunque en este caso cabe destacar que esta idea de “Kermesse” queda envuelta de un halo de opulencia relativo a las esferas más altas de la sociedad y no al campesinado.
Sin duda, fue en la pintura de la escuela holandesa donde se manifestaron más abiertamente las consecuencias de la emancipación política de la región, así como de la prosperidad económica de la burguesía liberal. La conjunción del hallazgo de la naturaleza, de la observación objetiva, del estudio de lo concreto, de la valoración de lo cotidiano, del gusto por lo real y material, de la sensibilidad ante lo aparentemente insignificante, hizo que el artista holandés comulgase con la realidad del día a día, sin buscar ningún ideal ajeno a esa misma realidad. No pretendió el pintor trascender el presente y la materialidad de la naturaleza objetiva o evadirse de la realidad tangible, sino envolverse en ella, embriagarse de ella a través del triunfo del realismo, un realismo de pura ficción ilusoria, lograda gracias a una técnica perfecta y magistral y a una sutileza conceptual en el tratamiento lírico de la luz.