Escuela española; siglo XVI.
“San Sebastián”.
Madera tallada, policromada y dorada.
Presenta faltas y daños provocados por xilófagos.
Medidas: 74 x 25 x 29 cm.
En la presente talla de escuela barroca, el cuerpo asaetado de San Sebastián (los huecos indican los lugares en los que habrían ido las flechas) mantiene su dignidad y nobleza tras ser martirizado. Atado a un tronco de árbol, la figura semidesnuda presenta un canon armónico de miembros torneados, acordes con la serenidad de su rostro. Estamos ante una pieza devocional acorde con la línea más clasicista del barroco español, cercano a la escuela sevillana, exento de pathos.
San Sebastián nació en las Galias, en Narbona (256). Fue Tribuno de la Primera Cohorte de la guardia pretoriana, en la que era respetado por todos y apreciado por el Emperador Diocleciano, quien desconocía su condición de cristiano. Denunciado porque exhortó a sus amigos Marcos y Marcelino a permanecer firmes en su fe, Diocleciano lo condenó a morir. Los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de flechas, dándolo por muerto. Pero tras la tortura no había muerto; la viuda Irene, que se acercó a él para darle sepultura, advirtió que aún respiraba, vendó sus heridas y le salvó la vida. Tras su curación se presentó ante Diocleciano para reprocharle su crueldad con los cristianos. Entonces fue flagelado y se le dio muerte a palos en el Circo, su cadáver fue arrojado a la cloaca Máxima. Poco después, el santo se apareció a santa Lucila mientras dormía: le reveló el lugar en donde hallaría sus restos y le pidió que le diera sepultura en las catacumbas.