Phiale mesonphalos; Cultura aqueménida; Irán, siglo V a.C.
Bronce plateado y dorado.
Presenta desgastes y rotura.
Medidas: 4 x 15 x 15 cm.
Phiale o Fiale realizado en bronce dorado que presenta una estructura circular con la base y el cuerpo gallonados a modo de ornamentación. Este tipo de recipiente recibe el nombre de fiale o patera, un plato o cuenco redondo, ancho y de poca profundidad que carece de asas y pie, siendo utilizado principalmente con fines rituales. Según las fuentes, este recipiente era empleado especialmente para realizar libaciones, sacrificios no cruentos que consistían en derramar, en honor a la divinidad, líquidos como perfumes, vino o miel. Esta forma se habría originado en el Imperio Asirio, puesto que su representación aparece ya en los relieves murales de los palacios reales de Nimrud, no obstante, su historia ha traspasado imperios y milenios hasta convertirse en el recipiente de uso ritual favorito en Grecia y Roma. Este ejemplar evoca la silueta de la flor de loto, con el ónfalo o umbo central resaltado en forma semiglobular. Se trata de un cuenco de borde ancho abierto con el cuerpo trabajado en volumen, destacando los grandes pétalos apuntados hacia el centro entre los que se intercalan las nervaduras. La delicadeza de la técnica en metal, el cuidado estilo y la riqueza de los materiales empleados apuntan a que este fiale constituía un objeto de prestigio. Un fiale realizado con una decoración y técnica similar se conserva en el Museo Arqueológico Nacional, Madrid (1999/99/163).
La dinastía aqueménida gobernó el Imperio Persa entre mediados del siglo VI a.C. y la segunda mitad del IV a.C. Fue fundada por Ciro el Grande, tras vencer al último rey Medo en el 550 a.C. y extender su dominio por la zona central de Irán y gran parte de Mesopotamia, y su fin llegó con la conquista de Alejandro Magno, en el 331 a.C., tras un progresivo debilitamiento a consecuencia de las guerras médicas, contra los griegos. El arte persa del periodo aqueménida es ecléctico y suntuoso, fruto de una etapa de esplendor como el Mediterráneo no había visto hasta entonces. Los materiales y los artistas eran traídos a la corte de todas las tierras conquistadas, por lo que se produjo una rica mezcla de lenguajes y técnicas que, en sí misma, reflejaba al imperio y al pensamiento de los aqueménidas.