Cabeza de sátiro. Roma, siglo I-II d.C.
Mármol.
Procedencia: Colección particular, Sra. Suzanne Gozlan (1921-2022), Doctora en Historia y Arqueología, profesora de la Ecole Normale d'Instituteurs de Chartres y profesora de la Universidad de Paris 4 Sorbonne.
En buen estado de conservación, sin restauraciones.
Medidas: 8,5 cm (altura).
Cabeza romana realizada en mármol que representa a un sátiro, lo cual se deduce del tratamiento del cabello, a través de rizos de apariencia algo anárquica (aunque, debido a la erosión, se ha perdido parte de esa representación desordenada de los mechones) y, sobre todo, de la boca grande, insinuando una sonrisa sardónica, características habituales en la representación de dicho personaje mitológico. El tallista combina idealismo y realismo, un hecho que fue común en la estatuaria romana. El pelo, el tratamiento de los ojos, y la estricta simetría nos acercan a ese idealismo que trataba de representar la armonía. Sin embargo, los labios protuberantes y los pómulos nos muestran una expresividad casi animalista.
Relacionados con las Ménades, los sátiros forman el «cortejo dionisíaco» que acompaña al dios Dioniso. Se les representa de varias formas; la más común (y básicamente romana) es la de una criatura mitad hombre mitad carnero, con orejas puntiagudas y cuernos en la cabeza, abundante cabellera, una nariz chata, cola de cabra y un priapismo permanente. Una tradición consideraba que los hijos de Sileno, llamados Marón, Leneo y Astreo, habrían sido los padres de los sátiros. Los tres estuvieron en el séquito de Dioniso cuando éste viajó a la India y, de hecho, Astreo era el conductor de su carro. Como podemos observar en esta escultura de época romana, los sátiros son criaturas alegres y pícaras, aunque su carácter desenfadado y festivo puede volverse peligroso e incluso violento (aspecto que explica por qué nuestra escultura presenta el ceño fruncido). Como criaturas dionisíacas, son amantes del vino y disfrutan de los placeres carnales.